jueves, 28 de octubre de 2010

DELICIOSO YO - ANDRES G,

Bueno aquí les dejo una de las historias de la semana de Halloween.
Me encanta esta historia, bastante grotesco por cierto... XD...

Esta historia se llama "Delicioso yo", fue escrita por Andres G. No dijo mas ni menos, tienes bastante talento.



Y hay me encontraba, tirado en el suelo, esperando a que la muerte se apiadara me mi y me llevara, nunca pensé estar en esa situación, es mas, creo que nadie sea capaz de creer que sea posible algo así.

Estaba con Esteban y Andres cubriéndonos de la tormenta que cubría al pequeño pueblecito en el que vivíamos. Estábamos quietos, esperando a que escampara, ninguno había dicho ninguna palabra, simplemente mirábamos la lluvia caer. Yo miraba al otro lado de la calle, esperando ver a alguien corriendo, tratando de escapar de la tormenta interminable, pero no había nadie, de pronto un hombre, una sombra, aún no lo se describir, paso a toda prisa ante mi vista, intente ver quien había sido, pero no vi a nadie.
Cuando la tormenta se había calmado un poquito decidimos irnos para nuestras casas.
-Estoy seguro que vi algo, ustedes también lo vieron, estoy seguro, me están haciendo pasar un mal rato idiotas- Les decía a Esteban y Andres. Estaba muy asustado, no sabia porque, normalmente no era tan asustadizo, pero desde que había visto eso, sentía que nos seguían, ademas, tenia un mal presentimiento.
-Deja de ser Gallina Daniel, no hemos visto nada.- Me dijo Andres.
-¡Eres una niña de mierda!...- Me gritaba Esteban.
-¡Al carajo con ustedes! Siento que va a suceder algo, y no es bueno.- Dije irritado.
-Acá lo único que va a pasar es que si no movemos el culo rápido nos lo mojaremos.- Dijo Esteban acelerando el paso.
-Ese no es el caso de Daniel, el ya lo tiene bien mojado junto con sus pañales. Gallina. Jajajajajajaja- Dijo Andres.
No aguante mas y me fui disgustado lo mas rápido que pude a mi casa. Malditos engreídos, si que les iba a pesar.

Iba pasando por la casa de los Rodriguez, la mire y no había ninguna luz prendida, por lo general, Marta Rodriguez dejaba la luz de su habitación prendida. Ella nunca salia de su casa, era una señora muy enferma y andaba en silla de ruedas. El día en que las luces estuvieran apagadas significaba algo, a ella no le gustaba eso, me contaba cuando era pequeño y nos invitaba a mi y a mis amigos a leche con galletas.
Toque el timbre, pero no abría nadie, después vi que la puerta estaba abierta y entre sin hacer mucho ruido. La busque por toda la casa, pero no la vi. Cuando entre a la cocina a mirar si estaba, me acorde que en el cuarto que ultilizaba como alacena habia una puerta, vieja y desgastada, que de pequeño no me atrevía a abrir. La abrí, pero no se veía nada, estaba completamente oscuro, cogí mi celular y alumbre la habitación.

Pieles secas por todas partes, ojos saltones en varios frascos, paredes cubiertas de sangre, cabello colgando del techo y el piso cubierto de huesos; esto fue lo que me hizo vomitar, el olor era horrible, y mas atrás la señora Rodriguez tomando fluidos que no quisiera identificar, tal vez mi vomito le hubiera gustado.
-¡Que haces aquí! ¡Ya vaz a ver!- Se lanzo a mi y empezó a morderme una oreja hasta que empezó a sangrar, yo trataba de quitarmela de encima, pero de pronto un hombre le enterró una palanca o algo parecido por la espalda.
-Jajajajajajajaja!!! ¡Sueña con migo Rodriguez!- Dijo el hombre dándole una patada en la cabeza a La señora Rodriguez cuando callo de mi espalda. Me miro a los ojos y rápidamente trato de clavar la palanca en mi cabeza, pero tube tanta suerte que la logre esquivar. Ese hombre estaba loco, quería matar a todo el mundo. Salí corriendo de allí y el detrás de mi. Cogí un cuchillo de la cocina y se lo lanze, le di en un brazo, pero el ni se dio cuenta. Me dio con la palanca en un pie que me hizo caer, después, cojio una sartén y me dio en la cabeza con ella.

Desperté en una habitación oscura y olia horrible, peor que la alacena de Rodriguez, habían muchas personas, y todas me miraban con ¿Hambre? ¡No podía ser! Empecé a gritar desesperadamente, y ellos empezaron a morderme, unos partían mis extremidades como si fuera un pollo relleno y asado en un mesa, otros cortaban rebanadas de mi con cuchillos oxidados. Yo intente liberarme pero parecía estar clavado.

Y aquí estoy, esperando la muerte medio cociente. Apenas con un brazo, que ya es un hueso con poca carne y tendones, el corazón y el cerebro, que al parecer era guardado en recipientes, como había alcanzado a ver.

Andres G.

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